Facultad de Ingenierías
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“Profe, yo no tengo problemas de atención”
Es falso que la educación requiera de formatos más cortos para lograr la atención de los estudiantes
Por: David A. Aponte
Docente de la Facultad de Ingenierías
Hace un par de semanas asistí a una serie de conferencias propuestas por el Instituto Franhaufer, Instituto alemán para la ciencia y tecnología. Eran las tradicionales series de seminarios en donde un expositor presenta los temas sobre los cuales ha trabajado, haciendo énfasis en sus hallazgos y en lo importarte que estos son para la industria y el desarrollo científico en general. Una de las presentaciones realizada por una investigadora alemana partía de una premisa que me causó curiosidad:
“No es cierto que la educación requiera de formatos más cortos enfocados a mantener la atención de los estudiantes.”
La afirmación de entrada captó mi atención. Era todo lo opuesto a lo que comúnmente se escucha y lee sobre los déficits de atención de las “nuevas generaciones” y la influencia de las redes sociales y de los algoritmos que nos bombardean con información intencionalmente atractiva, situación que damos por hecho, pero de la cual no tenemos una clara explicación.
Siguiendo con la premisa, es cierto que pasamos horas enteras consumiendo formatos alargados, es decir, de una hora o más. Podemos pasar mucho tiempo en Twitch viendo a Ninja jugar LOL, en Instagram viendo fotos de personalidades o en TikTok viendo pequeños cortos, que sumando cada uno, pueden llegar a horas de consumo de información. Todo esto sin olvidar el hecho de que podemos atascarnos de series, haciendo llamadas maratónicas, y en un fin de semana ver por completo todas las temporadas de La Casa de Papel o de la serie de turno.
Todos estos formatos son inmersivos, requieren de un dispositivo que transmita la imagen, de elementos de audio para capturar el sonido y, en muchos casos, estar atento al chat en donde se consignan los comentarios. En comparación con el trabajo pedagógico, no se plantean muchas diferencias y menos con las dinámicas actuales: clases por Zoom, Meet, Teams, etc. Pero, entonces ¿de dónde viene ese déficit de atención, si los formatos son aparentemente similares?
Al comparar el método pedagógico actual, entendiendo que hemos pasado del pizarrón a las presentaciones en PowerPoint y finalmente a las plataformas digitales, con el de otras épocas en las que no teníamos redes, es más, no había internet, ni electricidad, notamos que seguimos trabajando solo con pequeñas variaciones del método escolástico y su clásica triada:
Lectio: sesión magistral impartida por el docente.
Quaestio: interacción entre el docente y el estudiante alrededor de una discusión.
Disputatio: exposición de ideas por parte de los estudiantes en un debate, mediado por el docente. Lo que sí ha cambiado es la resistencia o aversión que hemos desarrollado al momento de enfrentarnos a información compleja que exige de mayor trabajo y concentración, que, en sí, tiene que ser moldeada y decantada por nosotros mismos y no solo resumida por un tercero. De lo contrario, su efecto nutre tanto al intelecto como una fotografía de oxígeno a un hombre ahogándose, o la descripción de un delicioso plato de comida a alguien que tiene hambre.
Creo que la premisa inicial de aquella investigadora alemana es correcta. El problema actual de la educación trasciende al medio y, sin ser ajeno al reciente efecto de las redes sociales, que pareciera una predicción del escritor y filósofo A. Huxley, éste podría estar más relacionado con el tipo de contenido que el docente presenta a los estudiantes antes que con un déficit de atención. Es posible que con ese loable objetivo de crear contenidos pedagógicamente más “amigables” se esté formado a un estudiante cada vez más reticente a enfrentarse a las fuentes de información primaria y al tratamiento de contenidos complejos.
Desde un punto de vista únicamente metodológico veo pocas alternativas. Los nuevos formatos tienen muchas ventajas, no hay duda. La posibilidad de acceder a la información es cada vez más fácil, repetir clases, el acceso a libros digitales y traductores universales son la regla, pero hay que ver las tasas de búsqueda de esa información para notar que el equivalente a telarañas digitales crecen en los anaqueles de la editorial Springer, que publica libros científicos.
No pretendo con esto dar una respuesta, solo plantear un cuestionamiento que permita discutirlo de forma abierta entre nosotros, como docentes, y con los estudiantes.