Obituario
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En memoria de
Ana Teresa García VásquezAna Teresa García Vásquez, hija de Julio César García Valencia y Rosa Vásquez de García, nació el 28 de abril de 1945 en la clínica del Hospital San Vicente de Paúl en Medellín, fue bautizada allí por el presbítero Villegas y fueron sus padrinos, sus abuelos Baltazar Vásquez Gómez y Obdulia Valencia de García.
Bachiller del Colegio San Fasón, se graduó como arquitecta de la Universidad La Gran Colombia, donde también se tituló como Especialista en Pedagogía y Docencia Universitaria. Desde su infancia, la arquitecta Ana Teresa García vibró y sintió el crecimiento y desarrollo de la Universidad La Gran Colombia.
Su extensa experiencia profesional estuvo marcada especialmente por su incursión en el Instituto de Desarrollo Urbano –IDU- y por la docencia Universitaria. En el IDU ejerció como directiva en el área de proyectos especiales y fue presidenta de la Asociación de Profesionales del IDU (Asproidu).
Ejerció como profesora de diferentes universidades de connotado nombre en la ciudad de Bogotá, destacándose la Universidad La Gran Colombia, de la que nunca se desligó espiritualmente. Fue profesora de la catedra de licitaciones y contratos, docente investigadora e investigadora externa, representante de los docentes ante el Consejo Académico y miembro activo del equipo de agentes pastorales.
Entre sus actividades de alto reconocimiento se destaca la promoción de la pastoral juvenil, la oración por quienes sufrían, la solidaridad con las madres solteras y la participación en el movimiento de Salesianos Cooperadores, del cual fue coordinadora provincial. Al mismo tiempo se desempeñó como pastoralista y ministra extraordinaria de la Sagrada Eucaristía en el Santuario Arquidiocesano del Divino Niño - 20 de julio.
Estuvo casada desde 1977 con el arquitecto y profesor grancolombiano Jorge Eduardo Mejía Carantón, fallecido el 31 de diciembre de 2002.
Recibió la Orden al Mérito "Julio César García" de la Asociación de Egresados Grancolombianos y era Dama de la Real Orden al Mérito de San Bartolomé, concedida por el Príncipe Monseñor Teodoro I° de Lócrida.
Su labor filantrópica se desarrolló, sin miras de interés ni protagonismos, en diversas comunidades y con personas que recibían su apoyo material, espiritual y humano.
Brilló con luz propia, gracias a su bondad y generosidad, mostrando ejemplarmente el camino de lo verdaderamente importante en la vida: servir a Dios y ayudar al prójimo.