La educación superior se enfrenta a un proceso de transformación producto del avance acelerado de la tecnología, los cambios en el mercado laboral, las nuevas formas de aprender y enseñar, y el impacto de las crisis sociales, económicas y ambientales. Se argumenta que ya no basta con ofrecer programas largos, teóricos y lineales; hoy se exige flexibilidad, pertinencia, agilidad y conexión directa con las necesidades reales de la sociedad.